Me sugieren hablar de mi ser y de mi estar en este momento de Pandemia, me sugieren narrar qué descubro, qué vivo, qué tiene que ver mi ser misionero con el confinamiento, con la alarma, con los ERTES, con los duelos, con el distanciamiento social, con la necesidad de abrazar, con las despedidas inconclusas, con la soledad, con el miedo… Que difícil hacer una narración de lo que estamos viviendo en este momento…
Me traslado en el tiempo para contemplar cómo San Vicente articulaba respuestas creativas, sintiendo que el amor de verdad es creativo hasta el infinito, y así lo siento y lo vivo yo. En esta época de realidad compleja , no solo sanitaria, sino también social y política. En este momento de rostros desencajados, de incertidumbres y miedo mi SER y ESTAR como misionero me lleva en primer lugar a hacer realidad lo que recoge nuestro documento marco “Vida en Misión” en su artículo 3:
“Los misevis “viven y actúan tomando como referencia la opción por los pobres; orientan sus labores hacia la promoción humana y espiritual de las personas, la lucha contra la pobreza y el compromiso activo con los contextos de exclusión social que se producen en los países y entornos donde la Asociación esté presente».
Nos toca estar presente en la realidad de nuestras familias y comunidades, nos toca estar presentes en los miedos a la enfermedad quizás no a la nuestra, sino a la de los nuestros, nos toca estar presentes aprendiendo a abrazar a distancia o a acariciar con los ojos y la sonrisa, pero sobretodo nos toca estar presentes allí donde nos encontramos con los más vulnerables, con los más pequeños, con los más necesitados con aquellos que son los elegidos de Dios.
Descubro en el silencio del confinamiento nuevas pobrezas, no porque sean nuevas sino porque se han visibilizado y han salido a la luz. Esta mañana alguien se escandalizaba en mi puesto de trabajo cuando descubría que, desde esta nueva oportunidad del teletrabajo, había familias que no tienen un correo electrónico. Hemos descubierto que la educación considerada un derecho para todos no lo ha sido para aquellas familias que confinadas en la habitación donde viven carecen de red wifi y dispositivos electrónicos, que el derecho a la vivienda en el confinamiento se destapaba una vez más con las personas sin hogar para las que no había posada donde confinarse.
Y a pesar de todo de todo, de nuestros miedos, de la incertidumbre, a pesar de todo siento que hemos seguido dando lo mejor de nosotros mismos, colaborando en las redes de apoyo solidarias en los barrios, atendiendo la urgencia y la emergencia social con el mismo ahínco que la sanitaria, desde lo humano, contribuyendo a las oraciones y tareas pastorales de forma virtual en las distintas Delegaciones Episcopales en las que hemos seguido participando. Siendo creativos para llegar a los que más lo necesitan, reinventando proyectos para estar cerca de las personas privadas de libertad, reivindicando un cambio de sistema social, más equilibrado y más humano que se centre en las personas, valorando lo público como lo de todos como el bien que hay que mimar para seguir construyendo una sociedad más justa. Aportando propuestas desde las plataformas en las que participamos para la mejora de nuestra ciudad y del sistema de servicios sociales que cuida a los más vulnerables…
Aun nos queda aprender en esta pandemia que presumimos nos acompañará por un largo período, quizás sea tiempo de mirarnos hacia adentro para ser luz hacia fuera, para ser testimonio de creatividad y esperanza allí donde nos encontremos, quizás sea tiempo de sonreír con los ojos, acariciar con la mirada y desplegar ternura y sosiego con la palabra, quizás sea tiempo para que los laicos como nosotros retomen las palabras y las sigamos haciendo vida hoy más que nunca de la Evangelii Nuntiandi, 70. Pablo VI. Concilio Vaticano II. 1975 son tiempos en los que “poner en practica todas las posibilidades cristianas y evangélicas, escondidas pero a su vez ya presentes y activas en las cosas del mundo. El campo propio de su actividad evangelizadora es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía, y también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación de masas, así como otras realidades abiertas a la evangelización…”.
Quizás sea tiempo de generar redes, de vivir lo comunitario como una oportunidad única de SER parte de una Iglesia en salida, de una iglesia de frontera que trabaja en los márgenes con los mas vulnerables. Quizás sea tiempo de tomarnos el tiempo que se nos regala cada día para tomar conciencia de que debemos ESTAR en una misión compartida que incluye, promociona, acoge y promueve la dimensión humana y espiritual comprometida con la construcción de una sociedad más equitativa, sostenible y justa. Quizás sea el tiempo de SER Y ESTAR.
Trini Lacarra
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