Hace ya cuatro años que Misevi llegó a Angola. Cuatro años de vida compartida con la gente de Lobito, conociendo sus historias, caminando por sus calles, comprando en sus mercados, compartiendo vida. Esa vida que ahora se ha visto trastocada, no parada, porque hay que continuar viviendo.
Hace unos años asistí a un taller sobre resiliencia, y he de admitir que, después de un intenso fin de semana de formación, realmente no llegué a comprender en verdad lo que eso significaba. Y sé ahora que no tenía ni idea, porque llevo cuatro años siendo testigo de cómo se traduce ser resiliente en la práctica, en la vida real, tan real que duele, pero que cada uno decide que hace con ese dolor.
Muchas de las personas a las que he conocido en este tiempo, la mayoría mujeres, deciden cada día de su vida que los problemas no les van a paralizar, que no saber si van a comer hoy o mañana, o si serán capaces de comprar las medicinas para sus hijos, o si hoy su pareja volverá a humillarlas o a darles una paliza; no les hace quedarse en casa sufriendo y lamentándose por ello. Al contrario deciden seguir adelante siempre y además con la esperanza de que esto va a hacer que el futuro sea algo mejor.
Y son las mismas que ante una crisis como la que estamos viviendo ahora mismo, siguen decididas a seguir cada dia buscando la manera de continuar. El virus y la prevención del mismo ha traído una nueva realidad con muchas limitaciones y restricciones que se suman a las que ya vivíamos antes. Ante algunas de las medidas tomadas en Angola para frenar el contagio como la destrucción de los mercados, la restricción de la venta ambulante, la pesca, y la gran mayoría de las actividades comerciales informales; personas que viven al día, sin posibilidad de ahorro y muchas de ellas sin acceso a agua corriente, hacen todo lo posible para adaptarse y seguir adelante. El miedo no les frena, no les detiene, porque no se lo pueden permitir.
Hace cuatro años que llegamos a Angola, y siento que todavía tengo tanto que aprender…
Y resuenan estos dias las palabras de San Vicente de Paul, “El amor es creativo hasta el infinito“, porque a todos nos toca adaptarnos en esta “nueva realidad”, sin perimitr que el miedo o el dolor nos paralicen, resistirnos a tener el corazón confinado, y buscar nuevas maneras de continuar estando presentes y siendo buena noticia, porque no podemos parar, no nos lo podemos permitir, no me lo puedo permitir…
Cristina Aranguren
Misevi en Angola
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