No hace mucho sentí una necesidad, una llamada de Dios para embarcarme en la misión. Naturalmente, al principio, surgen dudas, inseguridades y miedos…pero ¡cuánto me alegro de haber atendido esa llamada!. Desde Misevi me estuvieron apoyando desde el comienzo y eso, sin lugar a dudas, ayuda y mucho. Todas las dudas fueron despejadas poco a poco, especialmente por gente que había podido experimentar en propia carne la misión. Así pues, decidí finalmente embarcarme en la aventura.
Mi experiencia comenzó con muchísima ilusión en septiembre. Durante mi estancia pude participar en varios de los proyectos de Misevi, sin embargo, con quienes más colaboré fue con la oficina externa del CAM (Centro de Atención a la Mujer) en el Centro Médico Virgen de África. Con ellas trabajé en varias áreas: social, legal, y laboral mayoritariamente. Para profundizar un poquito más, os cuento que trabajé temas de prevención en los colegios (embarazo en la adolescencia, bullying, autoridad y liderazgo, etc.), acompañamientos/visitas domiciliarias a mujeres en riesgo por violencia de género o en talleres de cocina (Delipan) en los cuales se impulsa a la mujer a tener una economía propia. La labor que se realiza desde aquí me pareció maravillosa y muy importante teniendo en cuenta la realidad social del país; ya que, por desgracia, el papel de la mujer sigue estando bastante denostado. Es por ello que este tipo de talleres, el acompañamiento en todos los niveles, incluyendo el psicológico; tras casos de violencia u otros casos; y la educación son fundamentales para luchar por sus derechos.
Otros de los proyectos que pude conocer fueron la Pastoral Penitenciaria y el Centro Sigamos para niños con discapacidad. El trabajo que realizan en ellos es también admirable y me parece increíble todo lo que pueden llegar a hacer con los recursos limitados que poseen. Esto, no solo me ha impactado a nivel laboral, sino a nivel del día a día. Muchas familias salen adelante con lo poco que tienen, son muy generosos y siempre están dispuestos a compartir. Sin duda alguna, puedo entender perfectamente por qué ellos son los preferidos de Dios.
No puedo dejar de agradecer a Misevi por brindarme esta oportunidad, y a todas y a cada una de las personas que se han cruzado en mi camino durante mi estancia en Sacaba. A quienes conforman el Centro Médico, que me trataron desde el principio como si fuera una más del equipo, tuvieron la paciencia de ayudarme en todo y me apoyaron en uno de los momentos más difíciles de mi vida. Lo mismo decir de la familia Sánchez Lanza, que además también me abrió las puertas de su casa y me hizo sentir como si estuviera en la mía propia. Realmente, siento que he podido aportar solo un pequeño granito, y he vuelto con la sensación de haberme llevado yo más de allí y de ellos, que ellos de mí. Sin embargo, ojalá todos pudieran vivir una experiencia como esta no solo para aportar, sino también para reflexionar. Creo que tenemos muchísimo que aprender de la comunidad sacabeña. Nos estamos convirtiendo en personas cada vez más individualistas y consumistas, sin pararnos a pensar en los demás. Esta experiencia no solo me ha cambiado como persona, sino también a nivel espiritual pues, especialmente en los momentos más complicados, ha caminado el Señor junto a mí. Así pues, por último, aunque no menos importante, agradezco a Dios el haber despertado en mi esta inquietud misionera y el impulsarme a ser valiente y a no tener miedo. Ojalá esta experiencia se vuelva a repetir en un futuro no muy lejano.
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