Este virus nos ha pillado por sorpresa a todos y desprevenidos. Nos ha dejado expuestos a nuestro proprio yo, impotentes y perplejos. El mundo no esperaba tal magnitud.
Y nos hemos descubierto… confinados en nosotros mismo…. desde hace demasiado tiempo. Ajenos a los otros, entre prisas y ruidos, entre falsas seguridades, injusticias sociales, desigualdades y justificado egoísmo.
Supervivientes de la cruenta lucha por el poder, la fuerza, y el prestigio. Formateados entre mil pantallas que encubren decepción y soledades. En medio de una crisis del sentido común que nos robó las fuerzas.
Confinados….aterrados, a vivir sin mirarnos, a no ver al de al lado que sufre, al débil, al más vulnerable, a los confinados en la calle, o a los confinados de nadie .
Y cada día más cansados… Sin imaginar que el confinamiento es un lujo que no todos pueden tener.
El COVID-19 no perdona, pero el hambre tampoco. Y mata más que cualquier pandemia. Pero lo más letal es la indiferencia, las excusas, las mentiras, las falsas promesas. La pobreza no se combate con palabras.
Pero si Confinar es marcar unos límites de donde no se puede salir, desconfinar-se es renovar la libertad, dar alas a la solidaridad, inaugurarse en la paz, contagiar la ternura, desamarrar el corazón para volver a latir con pasión por el otro y por un mundo mejor y más de todos.
Entonces salgamos a aplaudir cada día a los que se atreven a des-confinarse, des-configurarse y des-vivirse por los más débiles, a los que se atreven a salir de si mismos, romper barreras, limites y fronteras… a los que rasgan las camisas de fuerza que nos tienen atados a los miedos que nos roban los sueños.
Salgamos a aplaudir y descubrir que la lucha por la igualdad, por la dignidad, por paliar las dificultades de muchos y dignificar la existencia del otro es ahora más que nunca pero también es siempre…
El COVID-19 pasará pero vendrán otros virus otras pandemias… y las misma pobrezas en tantos pueblos y razas, que no pasaran, si no hacemos cada uno nuestra parte, junto a administraciones y gobiernos.
Cuando todo esto pase al menos que hayamos aprendido a vernos. Compartamos hoy más que nunca nuestro pan, compartámonos…porque no hay vacunas para el hambre pero si un Dios que se reparte.
Guillermina Manchado
Misevi en Angola
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