Lo esperábamos, lo intuíamos, … No por estar más al sur o por empezar por la letra A, Angola se iba a librar… Llegó por las fronteras, como en todo el mundo, llegó a través de los que salen y entran; como en todo lugar, llegó importado según nos dicen y nos lo cuentan en números cada noche y cada uno lo interpreta y lo vive de manera diferente.
Y tras el Covid-19 llegó el Estado de Emergencia, el proceso es idéntico, globalizado, como el virus: sistema educativo, reuniones públicas, iglesias, deporte, actividades económicas, … y unos días más tarde la libre circulación… El Pueblo perdió los escasos derechos que aún tenía, el derecho a sobrevivir se esfumó … y se instauraron medidas de protección comunitaria, de prevención, de contención… ¿Y qué pasa con la supervivencia diaria? ¿Cómo la podemos gestionar con estas restricciones?
En un mundo globalizado, con un virus globalizado que no distingue ni clima, ni razas, ni culturas y mucho menos fronteras … todo parece igual pero su impacto no lo es. No, el virus no nos hace iguales, nos hace aún más diferentes. El virus y el confinamiento como la mejor medida de reacción ante él, ha puesto en evidencia nuestras desigualdades, nuestras debilidades e infelizmente nuestras miserias humanas.
Todo lo que era permitido, aun sin condiciones de higiene, salubridad o mínima organización social, se lo llevó el Estado de Emergencia en la primera semana. Mercados informales que son la base de miles de familias, venta ambulante, comercio informal, … La vida de la calle, la supervivencia de la mayoría, se la llevaron las excavadoras en una noche.
Ante las consignas #Ficaemcasa (quédateencasa) y #LavaMãoscomAguaeSabão (lava las manos con agua y jabón), la gente sencilla, la mayoría, se interroga cómo quedarse en casa, cómo lavarse las manos sin acceso a agua corriente en sus casas… qué vamos a comer. ¿Qué será de nosotros?
A las misioneras de Misevi, nos sorprenden cada día los angolanos y mucho más las angolanas que han vivido una cruel e interminable guerra, que cada día conviven con la malaria, la tuberculosis, el HIV, la desnutrición, la violencia de género y la falta de un tejido social que dé mínima esperanza de auxilio frente al caos que ya era vivir y que se ha agudizado con esta nueva realidad. En unas semanas hemos pasado de trabajar por el empoderamiento, los derechos, y el desarrollo humano a trabajar en asistencia, en auxilio de emergencia…
La resistencia y la resiliencia de los pobres, nos anima cada día a seguir buscando alternativas pequeñas, insignificantes, débiles, … pero poderosas frente a la realidad del CoronaVirus, que nos lanza a la cara la brecha que existe en derechos y condiciones de vida, pero nunca en dignidad.
Virgina Alfaro
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